Ayer día 29 de Septiembre, muchos vecinos que caminaron por la calle Juan Carlos I pudieron contemplar una escena que nos trasladaba a la resaca electoral tras la investidura socialista del pasado 11-J.
Engalanados cual invitados a una boda, bautizo o comunión, el equipo socialista festejaba en un conocido bar de dicha calle.
Primero pensé que podría tratarse de una boda civil o un bautizo, después, tras recordar que era jueves, vi poco probable la celebración de un evento de esta índole entre semana, fue entonces cuando entre la multitud pude observar como el señor Jorge Gallardo y como si de un trofeo se tratara, lucia orgulloso el cordón rojo con la insignia del ayuntamiento de Cártama.
Poco cabos hubo que unir para llegar a la conclusión que aquellos señores, lo que festejaban era la investidura de su “nuevo Alcalde” tras la (¿inesperada?) renuncia de Pepe Garrido.
Todos los vecinos sabían del pleno extraordinario de ayer y el fin del mismo, pero lo que no sabíamos es que, lo que supuestamente era un trámite más para poder ocupar el puesto de Alcalde, para otros era motivo de celebración.
¿y que celebraban? ¿Se debe festejar una cuestionable maniobra que ha tenido como resultado la investidura a dedo del concejal menos popular del equipo de gobierno de Cártama?
Que esta actuación este dentro del marco legal no la convierte en moral ni digna para cualquier demócrata que se precie, sobre todo cuando solo han pasado 3 meses desde que los Cartameños fuimos a las urnas a elegir a nuestros representantes. ¿Alguien piensa que si el señor Gallardo se presentara como candidato obtendría el mismo número de votos que su predecesor? Claro que no, y si este es el discurso popular que el PSOE de Cártama tiene previsto manifestar, entonces ¿Por qué no lo nombraron candidato a nuestra Alcaldía hace solo unos meses?
De todas formas, no es esto lo que ha crispado los ánimos de los vecinos, si no la falta de discreción a la hora de celebrar un acto de moralidad dudosa, que hace muchos de los votantes se sientan estafados sobre todo los votantes socialistas.
Dicen que no solo hay que ser la mujer del cesar, si no parecerlo, pues bien, cuando se está en un cargo público no basta con tener moral si no aparentarla, y si creían que tenían algo que celebrar, a lo mejor debieran hacerlo en su local, lejos de las atentas miradas de los transeúntes atónitos que vieron un acto burlesco tan “elegante celebración”.
Inmaculada González